Las Uvas de la Ira, 1ª Semana

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Aún estoy sobrecogida, impactada por la crudeza de los hechos.

John Steinbeck se regodea en los detalles, cada pequeño suceso es relatado en toda su extensión, de manera que me parece que el tiempo se ralentiza, sí, incluso que permanece inamovible. Entonces, me pongo a pensar. Tendemos a pensar que nada cambia, que todo lo que es permanecerá para siempre. Tal vez sea un mecanismo de defensa, nos aferramos a lo conocido, a la rutina. Nada más lejos de la realidad: si así fuera, aún estaríamos en las cavernas...

En estos capítulos iniciales este hecho se recrudece más si cabe por la ausencia prolongada de nuestro protagonista. Para él resulta una sorpresa constatar el cambio, además de la incertidumbre de no saber dónde está su familia.

Me ha cautivado la manera sencilla y directa de contarnos la vida cotidiana y el sentir de los granjeros de la zona. Nací, crecí y viví siempre en la ciudad. No tengo esa conexión casi diría que por el cordón umbilical con la tierra, la madre tierra de la que todo lo que necesitamos para subsistir proviene.


Ahora espero angustiada la continuación de la historia. ¿Y vosotr@s?

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6 Reacciones a Las Uvas de la Ira, 1ª Semana

Madrina E.
septiembre 17, 2009

Mi primera sorpresa ha sido lo fácil que resulta de leer nuestro libro, utiliza un lenguaje sencillo pero con una descripción tan minuciosa que parece que lo estás viendo. Me está gustando.
En cuanto al fondo de la historia y aunque solo estamos empezando queda claro que para el ser humano es dificil aceptar las grandes revoluciones (tractores para trabajar la tierra en este caso) pero hay que darse cuenta de que es implícito al ser humano evolucionar. Al mismo tiempo tenemos una gran capacidad para adaptarnos a las circunstancias pero ya veremos como continua la historia...estoy intrigada.
E.

septiembre 17, 2009

Tienes razón, Madrina E. Steinbeck hace que veamos las escenas con su estilo sencillo, directo y minucioso. A mi también me está gustando mucho.
Supongo que cuando estamos a gusto con nuestra vida nos aferramos a la rutina por miedo al cambio. Un poco lo de más vale malo conocido que bueno por conocer. Evidentemente, no podemos evitarlo. Es como un tsunami que nos envuelve.
A ver qué nos depara la semana que viene

Madrina E.
septiembre 17, 2009

Conguito, en la dieta no veo cuantos capítulos hay que leer hasta el próximo jueves. Ya nos dirás.
Besos.

septiembre 17, 2009

Perdón, perdón, perdón. Gracias, gracias, gracias Madrina E.

Bridget
septiembre 18, 2009

A mi también me gusta mucho el estilo de Steinbeck. Te permite experimentar lo que pasa – se ve el progreso de la tortuga, se siente el polvo entre los dedos de los pies….

Me encanta que la tortuga tenga su propio capítulo. Parece a los Okies (los migrantes de Oklahoma): avanza penosamente con una meta tan lejos que parece infinito, tiene que superar obstáculos de los que los demás ni nos damos cuenta, a veces está maltratada por las circunstancias y a veces por la crueldad intencional, pero sigue, sigue, sigue….

Y el pobre Tom. Llega a casa después de 4 años en la cárcel, y la familia ya se ha marchado. Está más solo que sabía porque antes se creía separado de su familia solamente por los barrotes de su celda.

Es un coste de ser analfabeto – o casi analfabeto. Me hace pensar en mis parientes, los que inmigraron a EEUU unos 15 o 20 años antes de la migración de los Joad. Eran analfabetos y pobres, y cuando por necesidad salieron de sus pueblitos en Sicilia e Italia, dejaron todo atrás porque no pudieron escribir ni leer cartas, los teléfonos eran una imposibilidad, y resultó que nunca tendrían el dinero suficiente para regresar. Se fueron y ya. Los que se quedaron también se mudaron más tarde, pero no sabemos adónde porque tardamos demasiado en volver a buscarles. Espero que Tom tenga mejor suerte, jeje.

Bridget
septiembre 18, 2009

Madrina E. tiene razón de que les es difícil a los granjeros aceptar la industrialización de la agricultura, pero hay un elemento de crueldad también en lo que pasa. Se remolinan las casas de los aparceros para que no tengan otro remedio que marcharse. Y eso en plena Depresión. Todo hecho por una entidad sin nombre, sin cara, que no se puede confrontar, como muestra la conversación entre el arrendatario y el hombre en el tractor en el capítulo 5. Simpatizo. En esta crisis económica que estamos pasando actualmente, se ha echado la culpa (o una parte bien grande de ella) en varias inmensas compañías financieras sin cara ni alma, la gente corriente no entiende bien qué es lo que hacen ni cómo, pero son nuestro “monstruo”, como dice Steinbeck.